Querido/a visitante, permíteme compartir contigo la antigua leyenda inca que envuelve el origen sagrado del chocolate. En tiempos lejanos, cuando las estrellas guiaban nuestros destinos y los dioses velaban por nosotros, existía una historia que conectaba el cacao con los secretos de la creación.

Hace muchos ciclos solares, en el corazón de nuestras selvas, florecían los cacaos, frutos divinos que los dioses nos regalaron. La leyenda cuenta que Mama Cacao, la diosa protectora de los cacaos, los cultivaba con amor y cuidado en su jardín celestial. Cada fruto, con sus semillas mágicas, era un regalo de la madre tierra, destinado a llenar de alegría y energía a su pueblo.

Un día, Inti, el dios sol, y Pachamama, la madre tierra, se unieron en un acto de creación, mezclando la luz cálida del sol con la tierra fértil. De esta unión sagrada nacieron los primeros cacaos, imbuidos con la esencia divina de los dioses. Mama Cacao, con su amor maternal, recolectó estos frutos y los entregó a los acllas, las princesas inca, para que aprendiéramos el arte de honrar esta bendición celestial.

Con devoción, las acllas preparábamos una bebida especial, el xocolātl, mezclando las semillas de cacao con ingredientes puros y amorosos. Esta bebida, ofrecida en ceremonias sagradas, representaba la unión de los dioses y la conexión espiritual con la tierra. Beber el xocolātl era como recibir la energía divina en forma de dulzura, fortaleciendo nuestros lazos con el mundo espiritual.

Así, el chocolate no solo era una deliciosa creación, sino un regalo sagrado que conectaba nuestro pueblo con los dioses y la esencia misma de la creación. Que esta historia ilumine tu corazón con la luz de nuestros antepasados y la dulzura de los cacaos benditos.